El futuro del periodismo medioambiental.
El
periodismo medioambiental ya no es el periodismo de las flores y los
pajaritos. Hoy día hablar de periodismo medioambiental es hablar de
contaminación, de cambio climático, de energías renovables, de
pesticidas y transgénicos… Y es que el medio ambiente tiene
presencia en la cultura, la economía, la política, la
alimentación... Pero su homónimo periodístico está muy ausente en
la prensa.
La información
medioambiental es una de las más demandadas y mejor valoradas por la
sociedad española. Esté dato lo señala un estudio del CIS de 2012,
que afirma que un 64% de la población sigue con notable interés las
noticias sobre medio ambiente. El 91% de la población piensa que el
problema de la tierra es algo serio. El 61% piensa que los problemas
del medio ambiente afectan directamente a su vida diaria. Y, sin
embargo, un 70% de españoles considera que existe escasa educación
e información sobre estos asuntos. Así, si
esta información es tan valorada, pero recibe espacios tan
minoritarios en los medios ¿hacia dónde va este tipo de periodismo?
Matt McGrath,
corresponsal de medio ambiente de la cadena británica BBC, opina que
“el hecho de que en un futuro la comida, la energía y los recursos
naturales puedan abastecer a nueve mil millones de personas en 2100,
es una cuestión que atañe a todos los gobiernos y hasta a las
empresas más malvadas”. Así, el reto que se le plantea al nuevo
periodismo medioambiental es lograr posicionar su información entre
las más relevantes, puesto que es una cuestión de interés global.
Y además, tendrá que hacerlo en
un contexto de crisis de la empresa informativa, cambio de formatos y
surgimiento de medios especializados.
En esta línea, surge la
teoría de los dinosaurios y las ardillas de Rafael Ruiz, ex
periodista de El País. Según él, “el futuro del
periodismo medioambiental se encuentra en los nuevos medios que nacen
fundamentalmente en Internet (las ardillas), con una pequeña
redacción fija y muchos colaboradores y que, por tanto, requieren
menos ingresos para mantenerse”. Las
ardillas, frente a las grandes empresas informativas (los
dinosaurios), cuyas deudas millonarias les arrastran a la catástrofe,
a la reducción de sueldos y puestos de trabajo (empezando por medio
ambiente), la pérdida de calidad informativa e independencia etc…
De ahí que los
periodistas medioambientales se hayan movido desde un apartado de la
sección de ciencia de las grandes empresas informativas, a conformar
sus propios medios especializados donde la premisa es el autoempleo.
Y es aquí donde aportan un valor añadido a la información
medioambiental: una dedicación completa, el factor innovación y el
factor especialización.
Y es que, si el medio
ambiente tiene tanto de economía, tanto de cultura, tanto de social,
¿cómo es que los grandes medios no han hecho este vínculo antes?.
Es precisamente en ese vínculo tan importante donde reside el futuro
del periodismo medioambiental. Lo vemos en la nueva ardilla de Rafael
Ruiz, de nombre El Asombrario, un medio digital que relaciona
el medio ambiente con la cultura. O la innovación de la neófita
revista Ballena Blanca, que reside en combinar
medio ambiente y economía.
Pero la receta del éxito
va más allá de la innovación. Si la crisis del papel afecta tanto
a los medios convencionales, para los medios ambientales,
en cambio, puede ser una oportunidad. Un periodismo tan
especializado y profundo invita a una lectura concienzuda. Es sabido
que para este tipo de lectura, Internet no es el soporte preferido:
su territorio es el papel. Como dice Rafael Serra, de la revista
Querqus: “Las publicaciones en papel pueden publicar
artículos más sesudos y profundos que en Internet no se leerían”.
Entonces, ¿es
que la información medioambiental queda simplemente relegada al
formato papel? Serra explica que “el papel y el digital no
tienen por qué estar enfrentados […] el digital es el reclamo y el
papel es lo que engancha y fideliza”. De ahí la importancia de
crear una comunidad fiel de personas que tengan la voluntad de leer
este periodismo. El objetivo: llegar a un público más específico e
interesado, en vez de a uno amplio y descentrado. Y para ello, las
redes sociales e Internet son el mejor apoyo. De este modo, se pueden
repescar los nativos digitales y mostrarles el valor del papel en
determinadas materias.
Además, los métodos de
Internet también son aplicables al papel. En el caso de Ballena
Blanca, es constante el uso de infografías y recursos gráficos
impactantes acompañando a los grandes reportajes. Sus
portadas, cargadas de estos recursos, son el mejor ejemplo.
En este nuevo panorama
del periodismo medioambiental, la promesa de dar al medio ambiente el
papel que merece, tiene una premisa fundamental: evitar a toda costa
el amarillismo. Se ha acostumbrado al público a que las noticias
despuntantes de medio ambiente tengan mucho de catástrofe o
corrupción, restándoles credibilidad, cansando a la audiencia y
provocando su desprecio. De ahí que los medios convencionales no les
hayan dado más protagonismo.
Por eso, todas estas
nuevas ardillas coinciden en la importancia de retomar un criterio
periodístico firme, en hablar sobre asuntos interesantes y que
afectan a las vidas de los ciudadanos tanto como el IVA y, sobre
todo, la especialización: los periodistas especializados pueden
aportar claves sobre temas de tanta relevancia. Y es que, al final,
la crisis del modelo medioambiental se resuelve con la vuelta a un
periodismo profundo y de calidad.