Finalmente, periodismo.
Por primera vez en tres años, tuve esa sensación de salir de
una conferencia sobre periodismo como si realizarme profesionalmente en este
ámbito fuera a ser posible. Al menos, eso dijo el moderador, Juan Calleja,
cuando repasó ésta y las anteriores ediciones de Los Nuevos Caminos del Periodismo: Las nuevas formas de contar
historias en el mundo digital. El ciclo de conferencias celebró su tercera vuelta
en la facultad gris de la Universidad Complutense, en Ciencias de la
Información. Por primera vez, se repitió menos que “el periodismo está muy mal”
y más que “hago lo que me gusta y me va bien”.
Los estudiantes de esta facultad tienen relojes de otra
franja horaria; por eso siempre llegan 10 o 15 minutos tarde. En este caso, la
sala completó su aforo a las 9,15 de la mañana, con los ponentes ya en sus
asientos. Abrió el ciclo Manu Brabo, cuya silla se ubicaba en la terraza de una
cafetería siciliana, donde el fotoperiodista se encontraba por motivos de
trabajo, así que su ponencia se realizó por videoconferencia.
Con el sol de fondo apenas se veía el contorno de la cabeza
de Brabo, lo justo para esgrimir una cinta sujetando su pelo largo hacia atrás,
un cigarro a medio terminar en una mano y un mechero para juguetear en la otra.
Sus ojos ocultos tras unas gafas de aviador y el resto de su cara cubierta por
una espesa barba.
A pesar de las siluetas que pasaban y los coches que se enfadaban
de fondo, el relato de sus aventuras mantuvo al público a plena atención.
Natural, genuino, polémico, sin pelos en la lengua. Brabo contó a los
estudiantes cómo la universidad no había hecho mella en él: “No aprendí ni la
mitad de lo que aprendí en un mes en Palestina” y continuaba: “Esto es un
oficio, mejor me pongo a trabajar porque en las aulas no aprendo ni hago lo que
quiero”.
A sus 34 años el fotoperiodista por fin puede decir que hace
lo que le gusta. Sin embargo, no fue hasta 2007 cuando, con ayuda de su madre,
decidió emprender la aventura que le llevó por Oriente Próximo, Siria, Libia…
Zonas en conflicto en las que ha disparado su cámara para captar momentos dignos
del Pulitzer que ganó en 2013.
El periodista se queja de la situación en España: por un
lado, porque “prima lo gratuito”; por otro, porque la gente empezó a fijarse en
su trabajo “por estar preso en una cárcel de Gadafi”. “Me llaman para darme una
entrevista cada vez que me pasa una desgracia o para darme un premio, pero no
para darme trabajo”, se compadece Brabo. En este sentido, su ética le precede:
“Prefiero morirme sin un duro a vender mi trabajo por 50 euros porque pienso
que estoy saboteando mi trabajo y a mis compañeros”.
Por ello, él y otros cuatro destacados fotoperiodistas han
creado una revista (MeMo Magazine) que
refleja las historias que los medios dejan de contar y que permite profundizar
en las historias tras las fotografías. En palabras del fotoperiodista: “pelear
una forma de hacer periodismo más alejada de los intereses económicos y
políticos que rodean a los medios; dar al lector el trabajo como nosotros lo
percibimos”. Al final, Brabo ha salido adelante haciendo lo que quiere como freelance pero, más aún, encontrando su
camino como emprendedor.
Jesús Escudero no ha emprendido un negocio, pero sí ha
puesto en marcha un nuevo nicho del profesionalización: el periodismo de datos.
De vuelta en la sala, el periodista de El Confidencial nos
relata sus andanzas en la profesión. Con un perfil opuesto a Brabo, Escudero
habla más rápido, tiene mucho que decir y un tiempo prefijado para hacerlo.
Resume su carrera periodística en sus cuatro años de prácticas en el periódico El Correo, su tonteo con la comunicación
institucional en Asturias y sus infografías en El Mundo. Coincide con Brabo: “El mejor máster que puedes hacer son
las prácticas y a hacer periodismo se aprende haciendo periodismo”.
Escudero también critica la situación en España: “Mandé 100
currículos y me contestaron 5 para decirme que no”. De ahí que encontrara su
camino en el periodismo de datos. Después de años de profesión, estudió un
máster y formó la primera unidad de periodismo de datos en España, en el
periódico donde actualmente trabaja, El
Confidencial.
Para Escudero, este periodismo incipiente tiene ciertas
ventajas: “Datos hay en todos sitios y son accesibles y lo que hace falta es
filtrarlos para ofrecer historias diferentes al lector”. Pero advierte: “El
dato te lleva a la historia, pero el periodismo responde al por qué y al cómo”.
Con la sala un poco más vacía por la llamada a las aulas,
tocó el turno de Anaïs Pérez Figueras, directora de comunicación de Google
España. Fue periodista hasta que recibió la llamada del gigante de Internet. Se
incorporó a su equipo siguiendo otro de los caminos que están poniendo las
lentejas en la mesa de los periodistas: la comunicación corporativa. Como
comunicadora, se le exige que comprenda la labor del medio: “Tienes que
entender cómo trabajan los periodistas, qué les gusta… Muchas veces nuestro
trabajo consiste en convencer a los periodistas de lo contrario de lo que
piensan o lo que saben de oídas”. Pérez reivindica la importancia de haber sido
periodista para dedicarse a la comunicación, mucho más que estudiar un máster. La
comunicadora cree en su oficio también como labor social: “El periodismo
emprendedor no será la llave para todo el mundo, pero creo que las startups necesitarán personas que
comuniquen aquello en lo que ellos creen”.
El blog profesional es la última salida laboral que se
propone en este ciclo y viene de la mano de Jordi Pérez Colomé. En un tono
distendido y bromista, este catalán relata cómo perdió su empleo como
periodista, pero no su vocación. Decidió seguir narrando historias, ahora desde
una perspectiva más libre y personal, enfocando temas de actualidad con
visiones novedosas, honestas y explicando lo que su audiencia necesita saber.
Con Obamaworld, creó un blog donde
dar salida a las crónicas de sus viajes, financiados por sus lectores mediante
donaciones o crowdfounding. El
periodista habla de la democratización del acceso a la información: “Ahora para
llegar al lector simplemente tienes que estar en las redes sociales; si alguien
me sigue a mí y sigue a El País, los dos le aparecemos equitativamente en
Twitter”.
Jordi Pérez también es profesor de redacción y para él el
lenguaje es fundamental. La clave de su éxito reside en profundizar en temas
que los medios no explican bien, pero también en contarlo con las palabras
adecuadas: “Decir las cosas de la manera que mejor capte la atención y sea más
riguroso. Que no haya que leer mis frases dos veces”, asevera.
Él define su situación laboral como “De freelance a autofreelance: hacer interesante para la
gente lo que voy escribiendo, más que intentárselo vender a los medios, que querrán que haga las
patatas que publican ellos”. Obamaworld, el trabajo duro y la vocación han
llevado a este autofreelance a fichar
por el equipo del nuevo medio de Pedro J. Ramírez, El Español.
Bien como freelance, equipo de datos, blogger o comunicador,
estos treintañeros han abierto camino a cuatro salidas profesionales que nacen
de un mismo título universitario, para pasar de la cola del paro en la que se
les esperaba ver, a la cabeza de la innovación en la que hoy se encuentran.