Esa manía de los telediarios de crear un mundo apocalíptico


"Accidente de autobús en Quanzhou deja tres muertos y 26 heridos", "Mujer decapita a su hijo en Wisconsin y se suicida después", "Un incendio en un local en Changuinola deja a una familia entera sin ingresos".

¿Cuántos de estos titulares podrían aparecer en las noticias del mediodía hoy mismo? ¿Cuántos titulares similares viste ayer? ¿Sabrías ubicar en un mapa los lugares de los que hablan? Ay, esa manía de los telediarios de mostrarnos un mundo lejano y catastrófico...

Cuando estudié periodismo, tuve una asignatura en la que aprendimos a discernir qué noticias eran relevantes para nuestro público y cuáles no. Entre los criterios que se enunciaban, estaban el interés por las circunstancias y grado de afectación para la audiencia (por ejemplo, unas Elecciones Generales en nuestro país), la actualidad de los hechos y la proximidad geográfica de los mismos. Será porque lo que se enseña en las clases universitarias rara vez se corresponde con lo que se hace a nivel profesional, pero ¿se observa alguno de esos criterios en los titulares con los que abrimos este artículo? Rotundamente no.



Imagínate la escena opuesta. Una familia en Idaho, viendo las noticias y, de repente, titular: "Muere un cazador en Villaconejos de Abajo, España, atacado por un jabalí. El animal sorprendió al hombre y le clavó los colmillos en el muslo, provocándole graves hemorragias. Cuando los servicios de emergencia llegaron, el hombre había perdido mucha sangre y falleció en el hospital. Sus compañeros de batida siguen a la caza del animal". Surrealista, ¿verdad?.

Siguiendo este esquema, nuestros telediarios nacionales se pueden estructurar en cuatro o cinco bloques: política, sucesos, algo de cultura, fútbol y algo de deporte. Ah, y el tiempo, que a los españoles siempre nos ha gustado mucho destacar el calor que hace cuando es verano y el frío que pela cuando es invierno.

Pero ¿no hay también gente haciendo cosas maravillosas? Se siguen empeñando, nuestros periodistas, en darnos una visión pesimista - y pésima - de la realidad.

Entiendo que un telediario es un espacio finito, que requiere una selección de contenidos muy exhaustiva para interesar a un público generalista. Pero, precisamente por eso, ¿no debería haber muchísima más variedad en las noticias? Entiendo también que el mundo está lleno de catástrofes, de gente mala y de mala suerte. Pero ¿no hay también gente haciendo cosas maravillosas? Se siguen empeñando, nuestros periodistas, en darnos una visión pesimista - y pésima - de la realidad. En hacernos creer que el mundo se va a la mierda y en dejarnos esa horrible sensación de hastío cuando terminamos de ver las noticias. Quizá por eso tengan tanto público los culebrones y las series que emiten tras el telediario. Después de eso, una solo quiere olvidar todo lo que ha visto y refugiarse en la ficción. 



Por suerte, Internet existe. Y, si sabes inglés, la información a tu disposición es infinita. Hay miles de sitios como Muhimu, United Explanations o Collective Evolution descubriendo y contando historias maravillosas, curiosas, educativas y divulgando conocimiento. Historias que te inspiran, te hacen replantearte aspectos de tu vida, concepciones y prejuicios, impresiones sobre otras culturas... Y, al final, ¿no es en parte eso lo que deberían hacer las noticias? ¿Cuándo perdieron los telediarios su capacidad de estimular el interés y el intelecto del receptor? Es una pena pensar la cantidad de información útil que se está perdiendo tanta gente.


Hay miles de sitios con historias que te inspiran, te hacen replantearte aspectos de tu vida, concepciones y prejuicios, impresiones sobre otras culturas... Es una pena pensar la cantidad de información útil que se está perdiendo tanta gente.

Un amigo me dijo una vez que las noticias son solo "terror y El Tiempo". Yo no creo que se pueda reducir todo un telediario a eso. No, al menos, sin contar el fútbol.

De 'crímenes pasionales' a feminicidios: eufemismos en la prensa sobre violencia machista


"Muerta por" o "asesinada por", son dos términos que describen una misma realidad, pero lo hacen desde perspectivas radicalmente opuestas: una justifica el crimen, la otra lo condena. Los medios españoles no son ajenos a esta polémica en lo que se refiere a violencia de hombres contra mujeres y el tratamiento de estas informaciones sigue hoy siendo muy polémico. Pero el debate tiene ya mucho recorrido y el tratamiento se ha ido depurando a medida que se han ido resolviendo diferentes debates léxicos en torno a la cuestión.

Suena bizarro, pero la violencia machista comenzó considerándose un crimen pasional. O, para el ideario colectivo, un crimen derivado del amor. De hecho, las noticias sobre violencia de género podían encontrarse tradicionalmente en las secciones de sucesos. Hoy, la mayoría de medios generalistas dedican una sección independiente y homónima a este tipo de informaciones. Han pasado de ser aislados crímenes por amor, a ser un tema en sí mismos. Incluso algunos, como en esta noticia de El Confidencial, están catalogados como "virales". Punto para nuestra prensa.


Cuando se acordó que la prensa no podía respaldar la justificación de la pasión, comenzó a emplearse un término que parecía neutral. Pero nada más lejos. Las noticias se coparon de titulares que incluían la denominación "violencia de género". El problema vino entonces cuando nos percatamos de que la mayoría de las informaciones de este tipo, hacían referencia a violencia de hombres sobre mujeres. Por tanto, la denominación de violencia de género-que refiere a la de hombres contra mujeres y a la de mujeres contra hombres-, no parecía ya tan neutral, ni tan justa.

Aquí empieza el 'cacao'. ¿Violencia de género, violencia doméstica, violencia machista? No hay acuerdo. A pesar de que multitud de asociaciones que trabajan con las víctimas hayan reclamado que se describa sin tapujos como violencia machista, en los propios medios falta consenso. Hasta tal punto, que muchos tratan de esquivar esta denominación. ¿Cómo? Retorciendo el lenguaje para decirlo, pero sin decirlo.


Y aquí surge el tercer 'hito' en el tratamiento de estas noticias, un debate que aun hoy estamos esperando a que la prensa nacional supere. Todo se resume en una única pregunta: ¿Las mujeres mueren o las matan? Escoge cualquier medio tradicional y generalista, un informativo, un periódico... Te apuesto lo que quieras a que encuentras titulares como los de arriba.

Llámame loca, pero atisbo cierta diferencia en decir "ha muerto de", que en decir "ha sido asesinada por", incluso con el "presuntamente". Es más, ¿por qué retorcerlo tanto en un titular, cuando en un subtítulo se confirma claramente el asesinato? Esto es algo que se nota especialmente en un telediario como el de TVE, que busca parecer aséptico cuando, en casos como este, hasta el asepticismo posiciona.


Y mientras nuestros medios están aun dirimiendo si muertas o matadas, otros países están ya hablando de feminicidios. Un paso más, que no sólo muestra un rechazo total hacia este tipo de violencia -por no retorcer el lenguaje para suavizarlo-, sino que, además, pone a la mujer en el centro. Incluso pudiendo considerarse correcto un término como violencia machista, lo cierto es que a la mujer aquí no se la ve por ninguna parte. Con un cambio radical de enfoque, se pone a la mujer, a la víctima, como la auténtica protagonista de la cuestión. Y eso sí que es ganarle el pulso al lenguaje.

Gabinetes y periodistas: ¿Simbiosis o parasitismo?

¿Alguna vez has conocido una de esas parejas que viven en una pugna permanente y se quejan el uno del otro, pero ni de lejos se plantean una ruptura? Si la respuesta es afirmativa, puede que en lugar de personal, la relación fuera profesional y que la protagonizaran un periodista y un comunicador.



Los periodistas y los comunicadores parten de una premisa común: afrontar una información con un enfoque determinado. Es en el tratamiento de la noticia, sin embargo, donde empiezan a divergir. El periodista quiere publicar la noticia que más atraiga, que tenga un lado más humano o más estadístico, que sea más cercana a la verdad, o todo lo anterior. El comunicador quiere que la misma noticia perjudique lo menos posible a la organización que representa, beneficie su imagen, omita ciertos detalles o que no falte a la verdad.

Se dice que los periodistas son los perros guardianes de la democracia, pero, ¿quienes guardan a los periodistas? Con la aparición de los gabinetes se produce la entrada de otro perro en la casa y la prensa no quiere compartir el hueso -en este caso, la hegemonía sobre la información-. En realidad, se están perdiendo un nuevo juego que puede beneficiar a todos: que ahora ya no sólo los periodistas custodien la verdad. Que los comunicadores, desde una perspectiva más especializada, puedan vigilar que las informaciones no estén erradas. Porque el periodista no lo sabe todo, pero se le exige publicar sobre cualquier tema. Y, al mismo tiempo, los periodistas pueden poner en jaque la credibilidad de una organización y obligarla a cumplir con la labor social y de servicio que tiene implícita.



Entonces, ¿por qué se llevan tan mal? El ingrediente que explica la mala relación entre comunicadores y periodistas -así como la buena- es el mismo que se encuentra en la base de cualquier otra relación: el respeto, en este caso, por el trabajo ajeno. Respeto, que ha de concretarse en unas normas de convivencia que, por la inmadurez de la relación, aún no se han establecido: Que un comunicador no niegue al periodista el acceso a la fuente, que un periodista no publique una nota de prensa sin el testimonio de la otra parte, que por interés las informaciones no traspasen el límite de la verdad... En este sentido, las buenas relaciones entre gabinetes y periodistas son inversamente proporcionales a la parcialidad de la información: cuanto más egoísta e interesada sea la información, peor la relación entre los profesionales.

Cuando todas las normas se hayan establecido y ese respeto (y no el mero interés) sea el que gobierne entre los profesionales, quizá entonces empezarán a darse cuenta de que en lugar de regir una relación parasitaria, pueden convivir en perfecta simbiosis: cuando un gabinete mande una nota de prensa y dé ideas al periodista para investigar ciertos temas, cuando el periodista erre en una información de la que no tiene que ser experto y el gabinete pueda sugerirle una corrección, cuando los periodistas necesiten una fuente especializada para sus informaciones… Cuando estos contactos se hayan naturalizado y el interés no sea lo único que les una, entonces podrán ayudarse el uno al otro bajo el paraguas de una relación sana.

El juicio público


El domingo 3 de abril se destapó al mundo por vez primera el escándalo de los papeles de Panamá y, con él, nació el monopolio de las informaciones periodísticas de los próximos días, semanas y quién sabe si meses.


De vez en cuando -y sólo de vez en cuando-, las críticas, las malas prácticas, los reproches y los vicios del periodismo, quedan eclipsados bajo un gran logro, producto de un acontecimiento excepcionalmente bien tratado o el trabajo de un profesional con los principios en su sitio. Los papeles de Panamá son uno de esos extraños fenómenos que ponen el orgullo de los periodistas por encima de las caras coloradas y los 'facepalms' que más de un día nos provoca pertenecer a este colectivo.

Cuando el periodista está más acostumbrado a mencionar de pasada que se dedica a cazar historias, cuando sólo puede soñar con el día en que pueda volver a presumir de su dedicación, ¿cuál será su actitud ante un acontecimiento que lo lanza a la cima del éxito? ¿Será un buen ganador?

Cierto que el creador de una empresa offshore es sujeto de sospecha, por la propia naturaleza de la empresa. Sin embargo, eso no convierte a todo poseedor de una empresa en el extranjero en un defraudador del fisco. El problema viene cuando los medios convierten a los sospechosos en culpables, sin dar tiempo a la justicia a que lo demuestre.

El periodismo, a veces, acierta. Y como no está acostumbrado, las consecuencias son desmedidas. Acertó con el Primer Ministro británico David Cameron cuando aseguró que se había beneficiado de la empresa offshore de su padre. Como todo político con cierto bagaje, su acto reflejo fue negarlo. Días más tarde, reconoció su implicación y manifestó su intención de asumir la culpa. Pero ya daba igual; para entonces todo el mundo pensaba que era culpable. Los periodistas le habían acusado y la audiencia había dictado la sentencia. Fallo inapelable y nuevo éxito para el periodismo.

        

El problema de este juicio, es que la sentencia pública se dictó a falta de todas las pruebas. Y eso es precisamente lo que hacen los profesionales de la información cuando detectan un caso que puede nutrir su maltrecho orgullo durante meses: informan sin conocer todos los datos, dan voz a personajes que especulan en escenarios liliputienses, confunden e intoxican a la audiencia. Y en ese caos la verdad repta silenciosa y queda a menudo sepultada entre tanta conjetura. Le falta fuerza para que se la escuche con tanto interés como las opiniones sin reflexionar y no sirve a los 'conjeturados' para recuperar la reputación que pudieran tener antes del juicio mediático.

Entre todos los vicios que comete el periodista, este me parece especialmente peligroso. Y es que cuando el orgullo entra por la puerta, la prudencia sale por la ventana. En el caso de Cameron no ha ocurrido nada que no debiera pasar, pero cuando los periodistas se equivocan y no rectifican en la misma proporción -incluso haciéndolo-, lo cierto es que el daño del juicio mediático es difícilmente reparable. 



Ellas son sexys y ellos cobran mucho



Físico y dinero. Eso es lo que valoramos de nuestros profesionales de la televisión. Al menos según San Google, de las presentadoras de televisión nos importa cómo de armonioso sea el conjunto de su figura, mientras que de los presentadores nos interesa más conocer cuánto se llevan al bolsillo por ponerse delante de las cámaras. Entre los resultados de ellas, ni una fea. Entre los de ellos, en la variedad está el gusto.



Me imagino en la cabeza de un español medio, consumidor de cerca de cuatro horas de TV al día, viendo a una de esas jóvenes y atractivas presentadoras, pensando: “Qué buena está”. Y punto. A eso se reduce toda una profesión, a un “está buena o no está”.

Supongo que el motivo de llegar a esto es que los ‘señores de la tele’ han querido solidarizarse con su audiencia: “Si van a estar cuatro horas al día consumiendo televisión, mejor que vean gente agradable a la vista. Y, oye, habiendo tantos licenciados en periodismo y comunicación audiovisual, tantos tan válidos, mejor cogerlos válidos y guapos, que válidos y feos”.



La información televisiva se convierte así en una especie de teatrillo en el que las exigencias hacia los periodistas han mutado pasando de ser buenos periodistas, a ser y parecer buenos periodistas, a parecer buenos periodistas.

El ejemplo de esta tesis lo encontramos en la noticia de que la actriz Raquel Martín ha sido contratada para presentar los informativos de Castilla La Mancha Televisión, a pesar de que no cuenta con la titulación en Periodismo. Eso sí, está respaldada por su experiencia previa como la cara de los informativos de ‘TeleToledo’.




No quiero con esto desmerecer el trabajo de los ‘periodistas guapos’, ni aseverar que todos los ‘periodistas feos’ son buenos periodistas a los que no se dan oportunidades. Pero ¿cuántas oportunidades tiene un periodista más atractivo frente a uno menos agraciado? ¿Cuántos pasan una entrevista de trabajo y cuántos un casting? ¿Cuántos currículum en las basuras de recursos humanos porque no traían foto?

Y, sobre todo, ¿por qué al preguntar a Internet por nuestros presentadores, en los resultados de las mujeres veo tetas y en los de los hombres trajes? ¿Por qué importa cada vez más de las mujeres su físico y de los hombres su cartera?

Si es grosero, dos veces bueno

Términos como 'Gifs', 'meme', 'fofisano' o 'gordibuena' y titulares que empiezan del estilo "La verdad sobre", son algo con lo que los usuarios de la Red están más que familiarizados. Estas expresiones coloquiales y términos pintorescos nacieron con el mundo digital, con los blogs y las redes sociales. Ahora han conquistado también al periodismo.



¿Qué son las webs como WeLoverSize o Verne? ¿Son medios de comunicación? ¿Revistas? ¿Blogs? Se caracterizan por dar información, igual que la prensa. Tratan temas muy variados desde un punto de vista subjetivo, igual que los blogs. Amplían el impacto del mensaje a través de las imágenes más ridículas que encuentran, como las redes sociales. Los redactores tienen la orden de llamar la atención del público, como cualquier negocio. Su plantilla se compone, en gran parte, de periodistas. Y, lo mejor, es que 'lo están petando'.


Vice es uno de los mejores ejemplos -y precursores, dicho sea de paso- de este fenómeno que mezcla lo informativo y lo entretenido. En principio, se definen como una galaxia de periodismo inmersivo, de investigación, incómodo y a veces grosero. A excepción del último calificativo, ¿no es el periodismo todo lo anterior? Inmersivo, de investigación, incómodo. ¿Por qué un medio se distingue de los demás atribuyéndose las características de que precisamente se debe componer toda información periodística? ¿Qué hace a estos híbridos tan distintos?

Verne, We Lover Size y Vice tratan temas muy diferentes, en formatos muy diferentes y con resultados bien distintos. Pero todos comparten un mismo uso del lenguaje, un estilo que ralla en lo vulgar o, como bien apunta Vice, en lo grosero -y no como excepción, sino como tónica general-. El resultado: un texto que tiene algo de informativo, mucho de sinvergüenza y todo de entretenido. De ese modo, el lector se considera un poco más sabio y bajo la ley del mínimo esfuerzo.

Teniendo en cuenta que están dirigidos a un público joven, la buena acogida que han tenido estos medios es fácilmente explicable: su estilo es directo, sencillo, sin rodeos, justo lo que el lector joven está dispuesto a soportar. La premisa es clara: '¿Hablando nos entendemos, cierto? Pues escribamos igual'. Así, el éxito del texto es directamente proporcional a la cantidad de palabras malsonantes, expresiones coloquiales y jerga juvenil que se contenga. Y ese éxito es más seguro si cabe si desde el titular se incluye ya alguna palabrota.


¿Trabajaría en cualquiera de estos medios? Sin dudarlo. Su éxito aplastante, sin embargo, me preocupa: ¿Y si están sentando las bases de lo que los medios ofrecerán en el futuro? ¿Donde quedará el texto reposado, el estilo de escritura irónico y elevado, más rebuscado o más culto, entre tanto 'palabro' moderno? ¿Y si la elegancia y la propiedad en el habla mueren bajo la máxima del entretenimiento?

La búsqueda de la veracidad exige un estilo de escritura concreto, por eso se distingue el periodismo. La rápida implantación de estos medios híbridos es la prueba de que a una gran parte de la población el estilo periodístico le aburre. Y esa gran parte del público ha escogido: prefiere la visión subjetiva, el texto entretenido y el lenguaje descarado, en sustitución de la verdad aburrida, sobria y sin artificio.

¿Crisis de refugiados o crisis de asilo?

Si me preguntan cuál creo que ha sido -y está siendo- el tema del año, sin dudarlo diría que el de la crisis de los refugiados -aunque no muy contenta con la expresión-. No hay un solo medio que no haya tratado en todos los géneros periodísticos la situación en la que se encuentran miles de personas que llegan a Europa huyendo de hambre, guerra, precariedad, pobreza... O, sencillamente, buscando una vida mejor. Sin embargo, la pulcritud a la hora de emplear la terminología sí ha sido dispar entre nuestros medios de comunicación, a colación de lo cual traigo estas aclaraciones.


Para empezar, no es una crisis de refugiados, sino una crisis de asilo, que vive Europa en tanto que tierra receptora de solicitantes de este derecho. Personas huyendo de sus países ya había antes de que llegaran por miles a Europa y entonces no nos referíamos a la situación como una crisis de refugiados. ¿Es que Jordania no vivía ya una crisis de refugiados sirios? ¿Y de refugiados palestinos?

Por millones se cuentan las personas huidas a los países de Oriente Medio, muchos más que los que ha recibido Europa y con mucha menor capacidad de acogida. Sin embargo, cuando comunicábamos sobre la guerra de Israel- Palestina, no otorgábamos al desplazamiento de personas ese estatus, el de crisis. ¿Es que la situación de esas personas era menos grave? ¿Su necesidad de huir menos urgente? Para nuestros medios eran solicitantes de asilo sin más, no existía tal crisis. Los refugiados no tienen ninguna crisis que no tuvieran ya; quienes sí la tienen son los países occidentales receptores de desplazados e incapaces de reubicarlos. Es, por tanto, una crisis de asilo, no de refugiados. Y la perspectiva desde la que se enfoca puede dar lugar a muchas malas decisiones.


Entonces, ¿qué es lo que nos lleva a percibir el millón de solicitantes de asilo en Europa como una crisis, mientras que los cuatro millones que habitan ya en países colindantes con Siria no nos merecen tan calificación? Sencillamente, el lenguaje. Y, más concretamente, el empleo de términos como "avalancha", "desafío migratorio", "llegadas masivas", "ola de refugiados", "invasión y ríos de refugiados", todos ellos aparecidos en nuestros medios de comunicación. Ahí podemos situar el nacimiento de la crisis de refugiados y no en el desplazamiento de los ciudadanos.

Desde el comienzo de esta crisis de asilo, la terminología ha ido evolucionando, en parte, gracias a la labor de organizaciones como CEAR y la preocupación de muchos periodistas por referirse correctamente a los desplazados. Así, el lenguaje ha ido mutando: primero fueron inmigrantes, luego refugiados, luego migrantes y, finalmente, solicitantes de asilo. La importancia de cada término radica en el cariz positivo o negativo y la influencia que tiene cada uno de ellos en la percepción final de la situación que tendrá el lector.

Para sacarnos de dudas, ACNUR emitió un comunicado aclarando la terminología: a grandes rasgos, los migrantes son personas que eligen desplazarse voluntariamente, generalmente en busca de mayor prosperidad y siguen contando con la protección de su gobierno y pudiendo regresar a su país de origen; en cambio, un refugiado huye de una situación de peligro o muerte, causada por una guerra o por la pertenencia a un minoría acosada, por ejemplo, que por no contar con la protección de su gobierno, la solicita en otro estado.


De nuevo, el papel de la prensa es fundamental a la hora de filtrar el mensaje político. Como bien apunta Adrian Edwards, redactor de ACNUR Ginebra: "Mezclar los dos términos desvía la atención de las salvaguardas legales específicas que los refugiados requieren. Puede perjudicar el apoyo público hacia los refugiados y la institución del asilo en un momento en que más refugiados que nunca necesitan dicha protección".

Las palabras no son inocentes y en ellas se pueden explicar nuestra compasión o nuestros prejuicios.




Estrictos no es extremos



"Era un grupo de vegetarianos extremos". Así es como describió hace un tiempo Ana Blanco a unos encapuchados que maltrataron con nocturnidad algunos elementos del mobiliario público de Barcelona. Podía haber dicho que eran del Barça, o que eran rubios, o nada, pero el caso es que dijo que eran vegetarianos. Y extremos, ojo.

Como espectadora, me pregunto: ¿Qué le importará al público que los sujetos en cuestión sean vegetarianos, abogados o polacos? ¿Sugiere la presentadora que su estilo de vida basado en la alimentación vegetal les ha llevado a cometer semejantes actos de vandalismo? Quiero pensar que no.

Del mismo modo, quiero pensar que el calificativo que califica al calificativo -extremos, en este caso-, ha sido un desliz de la periodista en la rápida lectura del teleprompter. Quiero pensar que ella se refería en realidad a los vegetarianos estrictos, conocidos también como veganos y denominados así porque, a diferencia de los vegetarianos, no comen, visten o consumen productos o servicios que empleen animales. Existe una diferencia entre veganos y vegetarianos, igual que existe una diferencia entre extremos y estrictos. 

Ocurre algo similar con las noticias que, informando sobre una pelea callejera, por ejemplo, mencionan la raza, etnia o nacionalidad de los implicados sólo en algunos casos. ¿Cuántas veces habremos leído "los detenidos, de etnia gitana" o "el acusado, de nacionalidad ecuatoriana"? En cambio, ¿cuántas veces señalan la nacionalidad cuando es española o el color de piel cuando es blanco, si no es para desmentir que sea blanco o español? En estos casos debemos preguntarnos: ¿Es la nacionalidad, la etnia, el color de piel, el sexo, la orientación sexual etc. un dato que aporte mayor valor a la noticia?



Personalmente, no dejaría que reparase mi coche nuevo un mecánico que no supiera usar una llave inglesa, del mismo modo que no depositaría mi confianza como espectadora en un periodista que no es escrupuloso con el lenguaje.

Para ilustrar este ejemplo le ha tocado a Ana -y no porque tenga nada contra ella, sino porque recuerdo especialmente bien esa chapuza de noticia-, pero perfectamente pueden encontrarse otros ejemplos en decenas de periodistas que cada día eligen ser infieles a su lenguaje. Si nuestra labor es describir el mundo y el medio para ello es el lenguaje, entonces debemos tener un gran dominio sobre él. Los periódicos están a diario llenos de periodistas diciendo cosas que en realidad no quieren decir. Y, por tanto, la prensa está llena de lectores aprendiendo cosas que en realidad no deben aprender.


No es tan complicado. A la hora de escribir, muchas veces la decisión se reduce a incluir o descartar términos para el texto final. Desconfiar de los sinónimos, por ejemplo, es una táctica: en general, si hay dos términos es porque expresan dos realidades distintas. Y, aunque puedan ser intercambiables, existirá un matiz que los diferencie y, por tanto, tornará a uno más apto que otro. Decidir en este caso cuál es más apropiado es un buen ejercicio de aproximación a la verdad, para nosotros y para el público que va a conocer el mundo a través de nuestros ojos.

Un lenguaje escrupuloso garantiza una mejor compresión del entorno. Como decía el filósofo Ludwig Wittgenstein, "lo que no se nombra no existe". Y, por extensión, lo que se nombra mal, existe mal -en las mentes del público, añadiría-. Lo que se nombra mal, genera una percepción equivocada y trastorna toda una realidad. Y si la información es la base de todas las decisiones, la mala información se convierte en la base de todos los malentendidos y desaguisados. Qué responsabilidad, ¿verdad?

Y para muestra, un botón...



El valor del error

¿Por qué importa menos un error en la web que uno en formato impreso? Estamos poco habituados a la aparición de rectificaciones en nuestra prensa y en nuestros medios audiovisuales, aun menos cuando un juez no lo ha "recomendado". Aquí las rectificaciones están en peligro de extinción. Nuestros medios parecen no entender que el orgullo no se repara ocultando el error, sino asumiéndolo.



En la prensa digital, en cambio, reina otra tónica. Aquí las rectificaciones no están en peligro de extinción, ni mucho menos; casi ni se ha inventado. Muchos redactores pueden publicar tranquilos porque saben que si cometen cualquier imprecisión o faltan a la verdad, no tienen más que darle a una tecla y 'puf', muerto el perro se acabó la rabia. Yo me pregunto: ¿Es que a quien lee una información errónea en digital le genera menos confusión que al que la obtiene a través del papel? ¿Por qué al lector del soporte físico se le aclara y al lector digital se le castiga con una información maltratada y mal tratada?

No parecen ver, muchos de nuestros redactores, que las heridas no se cierran ocultándolas bajo la camisa, sino aplicándoles un tratamiento que las cure. Si nunca resarcimos al receptor de nuestros errores, si no aplicamos un tratamiento de rectificación, estaremos condenados a repetirlos. Así, nuestra herida entrará en estado de gangrena y terminará incapacitándonos. Mientras sigamos fallando en la asunción de nuestras responsabilidades, seguiremos perdiendo la confianza de nuestra audiencia y el orgullo de nuestra profesión. 


Nota: Asumo el sesgo de la generalización, Sé que es mala consejera, pero solo generalizando encontramos patrones para describir la realidad.




100 Retratos de la emigración juvenil española

100 historias de 100 jóvenes españoles que han emigrado a todos los rincones del planeta desde el inicio de la crisis y por diferentes motivos.




EN ESTE MURAL ESTÁN RETRATADAS 100 HISTORIAS DE 100 JÓVENES ESPAÑOLES QUE HAN EMIGRADO A TODOS LOS RINCONES DEL PLANETA DESDE EL INICIO DE LA CRISIS Y POR DIFERENTES MOTIVOS. PULSA EN LAS CATEGORÍAS PARA CONOCER TODOS LOS PERFILES ASOCIADOS A LAS MISMAS.



Este reportaje fue publicado originariamente en el proyecto 'Sueños Rotos' de la Fundación porCausa y en el periódico El Mundo

JÓVENES CONTRA EL DESEMPLEO: TRES INICIATIVAS PARA LABRARSE UN FUTURO

Frente a un contexto de incertidumbre, precariedad y altas tasas de desempleo juvenil, la sociedad civil española lleva unos años organizándose y llevando a cabo iniciativas para luchar contra la lacra del paro entre los jóvenes. Hemos salido a la calle para conocer tres proyectos en los que la enseñanza de la programación informática, el emprendimiento social y la colaboración para la búsqueda de empleo son herramientas que ya están dando resultados positivos.


Una sesión de la Lanzadera de Empleo y Emprendimiento Solidario de Móstoles (Madrid). / Fotografía: Claudia Mañas.

Juanjo Villalba, Editor Jefe de Vice News España, dijo una vez que las cosas no se pueden contar como hace diez años, casi ni como el año pasado. En un mundo que cambia tan rápido, la experimentación es lo único que nos queda. Algo similar le ha ocurrido a nuestra educación, a cómo desarrollamos nuestra labor profesional e, incluso, a cómo hacemos una búsqueda de empleo. Además de este panorama tan cambiante, se une la coyuntura de una crisis económica que ha descuadrado los esquemas mentales y los proyectos de vida de miles de personas en nuestro país. Y, más especialmente, ha trastocado el futuro de nuestros jóvenes.
La crisis, ha deteriorado el bienestar social en todos los aspectos, algunos de los cuales son el aumento de las tasas de paro, la pérdida del poder adquisitivo, o el incremento del número de personas bajo el riesgo de pobreza o exclusión social hasta llegar a casi un tercio la población española actual -en concreto, un 29,2%, según la tasa AROPE-.  
Pero los jóvenes, necesitados de labrarse un futuro, han sido más sensibles a esta crisis. Según los datos publicados por el estudio Cambridge Monitor 3: Millennials España, entre los jóvenes españoles de 16 y 24 años existe un creciente pesimismo en lo referente a su futuro laboral. El 76% lo ven de forma muy negativa, más del 80% cree que ganará menos dinero que sus padres y un 90% piensa que su estabilidad laboral será muy inferior a la de generaciones anteriores.
Sin embargo, siguiendo ese refrán que dicta que el hambre agudiza el ingenio, muchos españoles, hastiados de una perspectiva tan mala, se han lanzado al método ensayo-error, a buscar soluciones dentro de un nuevo mercado que, tras todo lo que se ha llevado la crisis, ha dejado florecer más de una oportunidad. No sabemos si por la amenaza de un futuro opaco, la hartura de un desánimo que no cesa o el afán de mejoría, pero las ideas que unos pocos decidieron poner en marcha hace un par de años, están permitiendo a muchos otros encontrar las salidas profesionales que pensaban que se les habían negado, la educación que el colegio nunca les dio o el proyecto de emprendimiento al que pensaban que no iban a tener acceso.
Estos tres proyectos que presentamos a continuación son el mejor ejemplo de que ni un mundo muy cambiante, ni el azote de una crisis económica, pueden robar el futuro a la juventud de todo un país.

  NINJAS DE LA TECNOLOGÍA

La tecnología ya no es el futuro, la tecnología es el presente y, como tal, los jóvenes tienen que conocerla a fondo. Sin embargo, la primera pata de nuestra sociedad, a la que le está costando adaptarse al cambio de panorama, es la enseñanza. Muchas veces, la rigidez del sistema educativo retrasa su adaptación a las nuevas demandas del mercado y de los ciudadanos, por lo que las iniciativas educativas que surgen paralelas a los colegios, están más que a la orden del día. En este caso, mientras que en el colegio unos niños aprenden el sistema binario, fuera de él otros se están convirtiendo en “ninjas” de la programación. Y todo, gracias a un irlandés llamado James Whelton.
Whelton se hizo conocido cuando en 2011, a la edad de 18 años, cuando hackeó un Ipod Nano del gigante Apple. Desde ahí, otros jóvenes se interesaron por el mundo del código informático y se convirtieron en sus primeros alumnos en el club de programación que organizó en su escuela. Más tarde, ese mismo año, Whelton se unió a Bill Liao y lanzaron el primer CoderDojo. Cuatro años después, los fundadores han visto replicada su idea en los casi 700 CoderDojo que se desarrollan en 57 países alrededor del globo.
Su nombre no es casualidad. La palabra nipona dojo hace referencia al espacio donde se practican artes marciales. Más que una clase, está entendido como un lugar de aprendizaje en el que cada alumno persigue su propio desarrollo guiado por un maestro o sensei, que, lejos de decirle lo que hacer, le proporciona las herramientas básicas para que cree su propia ruta y le asesora cuando se atasca. Inspirado en este concepto, CoderDojo es un espacio en el que jóvenes de entre 7 y 17 años aprenden a manejar herramientas y lenguajes de programación de software como Scratch, App Inventor, Programmer, Javascript, HTML o Unity, entre otros, y de una forma completamente libre y creativa.
Sentados en mesas que dibujan una U, con un mentor que se ubica a su altura camuflado entre sus pupitres y una pantalla que recibe de un proyector la enseñanza del día, los alumnos pueden empezar a experimentar en sus ordenadores. En su búsqueda de innovación y dentro de la libertad que le da no tener un temario concreto, la metodología del Dojo consiste en enseñar lo más básico sobre manejo de programación al “ninja” -que es el nombre que reciben los alumnos de este curso- y que, desde el primer momento, el alumno pueda comenzar a experimentar y desarrollar sus propios proyectos. En definitiva, lo que persigue este método de enseñanza es que el alumno no reciba el temario de forma pasiva, sino que dé rienda suelta a su creatividad desde el primer momento, para que le vaya surgiendo la necesidad de aprender en función de lo que le vaya interesando. Y todo ello con software de código abierto.

Jóvenes “ninjas” de la programación en una de las sesiones de CoderDojo de Madrid en Medialab-Prado. / Fotografía: Claudia Mañas


Esto es un club, como los Boy Scouts, donde uno hace vida social y aprende a programar, pero con un sistema muy diferente, muy informal”, así ve Raúl Concha el CoderDojo de Madrid ubicado en Medialab-Prado, donde hace las veces de mentor, mientras enseña a sus hijos y a los demás jóvenes que acuden gratuitamente a este centro cultural cada tarde de sábado desde 2013. El pequeño de sus hijos, cuenta, entró con 6 años: “Lo único que hace falta es que sepan leer. Nunca es pronto para aprender. A ti te dicen que las cosas son difíciles, te lo crees y no las haces. Pero si nadie te dice que es difícil o que es imposible, te lanzas a por ello”.
Este padre y mentor entró en CoderDojo por un amigo que le habló del proyecto. En general, el Dojo se conoce por las recomendaciones de unos a otros. Javier Laporta, responsable de educación de MediaLab-Prado, tiene claro que a la base del proyecto están los mentores. Personas que, por su interés pedagógico, de experimentación o, como en el caso de Raúl Concha, por sus propios hijos, dedican parte de su tiempo a guiar a los jóvenes en el desarrollo de estas habilidades. “Son personas que conocen las herramientas que van a enseñar. Pero intentamos que se arrimen a otros perfiles como profesores, educadores de tiempo libre o trabajadores sociales. Que puedan ayudar con las dinámicas, porque lo más importante es la metodología horizontal, intergeneracional… Un club en el que la gente se une y va intercambiando conocimiento”, asegura el responsable de educación.
Un club, en el que, a primera vista, la presencia masculina es mayoritaria. Apenas una o dos niñas asisten a los talleres, de entre los veinte alumnos que han conseguido entrar -la lista de espera es tan larga que este año no han podido sacar una nueva convocatoria-. Un claro reflejo de la situación laboral actual, pues en nuestro país apenas el 24,3% de los profesionales de las tecnologías de la información y la comunicación son mujeres, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Camila Bove, de 14 años, es una de esas niñas. Este es su tercer año y, aunque no conocía el mundo de la programación antes del Dojo, ya tiene claro que cuando crezca quiere dedicarse a algo tecnológico. Su padre, Sergio Bove, se siente afortunado de que su hija pueda adquirir conocimientos que se ajustan al mercado actual: “Esto es su mundo. Ellos juegan a Minecraft y aquí vienen a desarrollar programas como ese, a crearlos y a meterse dentro de la cocina del juego”. Raúl Concha, mentor de Camila, ve en CoderDojo una gran ventaja con respecto a los conocimientos que los niños adquieren en sus clases ordinarias: “Esto no tiene que ver con utilizar el IPAD en el colegio, aquí de lo que se trata es de crear, no de usarsoftware, no de ser un consumidor de tecnología que ha hecho otro, sino de crear tus propias apps para que otros las usen”, afirma.  
Más allá de que aprendan a programar, a socializar o a desarrollar un oficio, tanto mentores como padres coinciden en que la idea de CoderDojo debe replicarse en otros centros y en otros barrios. Esta es una actividad que ayuda a sus ninjas a afrontar la vida con una mente amueblada. El hecho de que vayan aprendiendo a base de equivocarse, con la metodología de ensayo-error, les obliga a estructurar un proyecto, dividirlo en partes e ir encontrando soluciones para problemas pequeños que les llevarán a encontrar una solución global. Les acostumbra a marcarse un objetivo e ir resolviendo los inconvenientes que se van presentando, como una carrera de obstáculos que adiestra la mente para afrontar los retos de su vida a medida que vayan creciendo.

  CONVERTIR UNA IDEA EN UN      PROYECTO

El ser humano tiene decenas de miles de pensamientos al día y muchas ideas, incluso, sobre emprendimiento. Hasta ahora, más complicado que tener una buena idea era llevarla a cabo. El emprendimiento en nuestro país no destaca por las facilidades burocráticas y es por esto que muchos jóvenes, asustados, descartaban pronto esta vía, no sólo a la hora de crear una empresa, sino también para lanzarse a desarrollar ideas para mejorar su entorno o ayudar a su comunidad, en lo que se conoce como emprendimiento social. Hasta ahora.
Lorena Silvestri gestiona el programa jóvenes changemakers de la Fundación Ashoka de emprendimiento social. Consciente de la necesidad de muchos jóvenes con inquietudes emprendedoras de tener un espacio, contactos y asesoramiento para sacar adelante sus proyectos, decidió buscar soluciones y ponerse en contacto con Mikel Oleaga, responsable de programación y alianzas del Impact Hub Madrid. Este es un espacio ubicado en el centro de la capital española que ofrece recursos, networking, facilita el trabajo en equipo y el desarrollo de proyectos que mejoren el entorno social.   
Hace un año y medio, Silvestri y Oleaga comenzaron a reunirse con jóvenes que tenían ideas, pero que no se habían transformado en proyectos concretos y, al mismo tiempo, empresas y fundaciones que tenían proyectos, pero que necesitaban personas. Así, nace un proyecto social bautizado como Punto JES (Jóvenes Emprendedores Sociales), con intención de convertirse en un lugar de referencia para jóvenes entre 14 y 30 años. Su aspiración principal es sentar un precedente como punto de información para jóvenes emprendedores que tienen inquietudes y un proyecto a desarrollar o que ya estén poniendo en marcha y que va un poco más allá de un voluntariado. Personas con un germen emprendedor que no necesariamente quieren montar una empresa, sino sacar adelante un proyecto de forma más relajada; al menos, en su fase originaria. Y, al mismo tiempo, recibir información, demandas del mercado, convocatorias o becas de otras organizaciones que puedan interesar a los jóvenes del HUB.
Aunque asisten personas desde la adolescencia, el grueso de los 60 participantes que se han nutrido del Punto JES desde su creación ha rondado una media de edad de entre 20 y 25 años. La gran mayoría de ellos, comenzaron su proyecto con una idea y una pregunta: ¿Y ahora qué? El nacimiento de una idea va irremediablemente acompañado del surgimiento de una necesidad. El Punto JES se encarga entonces de ofrecer a los jóvenes recursos físicos como una sala para una presentación, testear el producto, una reunión, pedir feedback para su proyecto, recibir convocatorias de organizaciones, ponerles en contacto con otras personas que colaboren o les asesoren o pertenezcan a la red del HUB. Y, de cara a las organizaciones, que normalmente no están en contacto con estas mentes inquietas, el HUB ofrece un punto donde dar visibilidad a sus proyectos, ofertas de empleo y becas, así como la posibilidad de recibir feedback sobre perfiles que les puedan interesar para su negocio o qué necesidades tiene la juventud. A grandes rasgos, conectan personas y recursos necesarios para sacar adelante proyectos jóvenes.
¿Qué hace al Punto JES distinto de otros grupos para emprendedores? Fundamentalmente su enfoque hacia un público juvenil, más reticente al emprendimiento pero con más creatividad, ilusión y frescura que otros grupos sociales. Oleaga, uno de los dos promotores de la iniciativa, destaca un aspecto que hace del Punto JES un espacio que cubre una necesidad descubierta: “No somos muy estrictos porque creemos que, en edades tan tempranas, lo principal no es el emprendimiento en sí, sino lo que representa y lo que aporta a los jóvenes que están impulsando ese proyecto, cómo les forma. Nosotros queremos transmitir que el emprendimiento es una opción y que si tienes una idea, puedes llevarla a cabo. Es tu capacidad y no necesitas que venga alguien que te compre la idea y la haga”. De hecho, aunque los jóvenes no saquen adelante negocios, Oleaga considera clave la formación extra que supone a la hora de buscar un empleo, puesto que “ganan mayor empleabilidad en el currículum. Que una persona joven pueda decir que montó una organización durante cinco años, a lo mejor a un empleador le parece más atractivo que el que hiciera un curso, como otros tantos que también lo hicieron”, asegura.
Los jóvenes se ven atraídos por el El Punto JES por su cercanía y su poca institucionalización. Tanto es así, que alberga una gran disparidad de proyectos: una academia de lenguas online, una app para generar clases particulares entre universitarios, un juego de mesa que transmite los valores del reciclaje o un proyecto para apadrinar un olivo en el interior de España. “Algunos tienen proyectos que podrían hacerles ricos o cambiar el mundo”, ríe Oleaga.
Uno de los casos de éxito nacido en El Punto JES es el proyecto de José Alfredo Martín, premio JES del Impact Hub Madrid. Este joven ha llevado adelante un proyecto de emprendimiento social dirigido a la recuperación del terreno rural. En concreto, destinado a cuidar de un campo de antiguos olivos en Oliete (Aragón), que se encuentran en situación de abandono debido al éxodo rural. Su proyecto, Adopta un Olivo, se centra en conseguir padrinos y madrinas para los 100.000 olivos de este campo, a cambio de una garrafa de aceite del árbol. En palabras de este emprendedor: “Cuanta más gente apadrine, más puestos de trabajo generaremos en un área rural en vías de desaparición, creando a la vez una economía sostenible que permita que el futuro de este pueblo se escriba con letra firme”.


Tras ayudar a 60 jóvenes emprendedores a llevar a cabo sus ideas, el Punto JES comienza a dar sus frutos. A través de las empresas interesadas en los proyectos, Oleaga y su equipo empezarán a rentabilizar este joven punto de encuentro.

BUSCAR UN EMPLEO, ENCONTRAR MUCHO MÁS

Tradicionalmente, la búsqueda de empleo ha sido un proceso pasivo en el que el candidato envía un currículum o es directamente contactado por la empresa y, si tras las entrevistas, aparenta ser mejor que los demás aspirantes, es contratado. Entre medias, muchos aprovechan la situación de desempleo para formarse en otras profesiones o completar sus conocimientos laborales. Pero, ¿qué hacer cuando tus competidores en el paro están tan bien formados como tú?
Ante la crisis económica que engordó el paro español en los años 80, el arquitecto y dibujante José María Pérez, conocido como Peridis, ideó las denominadas “escuelas taller”; entidades dirigidas a formar a los ciudadanos desempleados y ayudarles a llevar a cabo una búsqueda activa de empleo. Tuvieron tanto éxito que el Estado replicó el modelo. Unos años después de la crisis económica de 2008, la Fundación Santa María la Real, presidida por Peridis, recuperó la idea de las escuelas taller, pero dándole una vuelta de tuerca. Así surgen en 2013 las Lanzaderas de Empleo y Emprendimiento Solidario.
Soraya de las Sías, Responsable de Comunicación del proyecto, sitúa el nacimiento de las lanzaderas en “un momento de crisis y altas tasas de paro, como un intento de alternativa a las políticas tradicionales que se mueven desde las instituciones públicas”. Precisamente uno de los factores que explican el éxito de las 129 lanzaderas que hay en marcha en todo el territorio nacional, es la innovación. De la metodología de las lanzaderas quedan excluidas las clases en las que el profesor se dirige hacia unos alumnos que apuntan y reciben de forma pasiva el conocimiento.
Por el contrario, el coordinador es un “coach”, una persona encargada de guiar a los 20 participantes que componen cada lanzadera mientras ellos se organizan, planean y escogen cómo desarrollar su trabajo dentro del grupo. Los 20 se organizan como una empresa con una cultura colaborativa, distribuyéndose en departamentos: unos se encargarán de las labores de comunicación y redes sociales, otros harán una base de datos de los perfiles profesionales de los integrantes y, otros, serán los relaciones públicas o intermediarán con las empresas. De manera que la solidaridad sea el punto central del equipo: que cada uno busque trabajo para sí mismo y para los otros 19, mientras los otros 19 buscan trabajo para sí mismos y para los demás.

El primer objetivo es que se les deje de considerar como ‘parados’, para pasar a verse como ‘desempleados activos’. En palabras de la responsable de comunicación: “Quitar esa etiqueta peyorativa de llamarles parados, como si no quisieran trabajar y sólo cobrar el subsidio, cuando en realidad hacen todo lo posible por mejorar sus competencias y empleabilidad para acceder al mercado laboral durante los cinco o seis meses que dura cada lanzadera”.

Una de las paredes de la Lanzadera de Empleo y Emprendimiento Solidario de Móstoles (Madrid). / Fotografía: Claudia Mañas.


A un mes de agotar el tiempo de la lanzadera de Móstoles (Madrid), más de la mitad de los 20 que empezaron ya habían echado a volar. “¡Tenemos otra cita!”, gritaba a primera hora de la mañana Ángela Conde, una de las participantes. Esa buena nueva se entiende en el último tramo del proyecto, que consiste en buscar reuniones con las empresas para dar a conocer al grupo o a las personas más interesadas en cada compañía. Y, ¿cuál es este proceso?
En un primer momento, el grupo se conoce y se reparte en departamentos. Esta parte la describe una participante, Atenea Nahia Peñafiel, como la “fase de enamoramiento”.  Durante las semanas siguientes se van proponiendo tareas y objetivos que hay que ir cumpliendo, al tiempo que se adquieren competencias personales y profesionales y se llevan a cabo diversas actividades. Finalmente, se centran los esfuerzos en conseguir esas citas y entrevistas con las compañías deseadas -aunque esta tarea no está exclusivamente reservada para el cierre de la lanzadera, sino más potenciada en este punto-. De este modo, se generan dinámicas de grupo que ayudan a trabajar de esta manera y sacar el máximo partido de los demás integrantes. “Cuando tenemos conflictos, recordamos por qué estamos aquí, cuáles son los valores de la lanzadera y lo trabajamos”, explica Peñafiel.
Durante los cinco o seis meses, las actividades enfocadas a las competencias profesionales y a mejorar la empleabilidad son innumerables: talleres de inteligencia emocional y marca personal, coaching, simulación de entrevistas de trabajo, comunicación o redes sociales, son algunos de ellos.
La heterogeneidad es la máxima que rige el grupo, buscando enriquecerlo. Aunque las lanzaderas están planteadas para todas las edades, por exigencias de la financiación -que sigue un modelo mixto entre lo público y lo privado-, muchas se enfocan a la juventud. Natalia Serrano, Coordinadora de la Lanzadera de Móstoles, asegura que “las lanzaderas tienen una media de inserción del 75%. Estos cinco o seis meses son el periodo del que ellos se tienen que nutrir para que, cuando terminen, vean que tienen muchas más herramientas para encontrar empleo”.
De hecho, el empleo por cuenta ajena no siempre es la única opción que se plantea en las lanzaderas. Las perspectivas profesionales de muchos de los participantes sufren una metamorfosis durante el proceso: “Cuando entré iba buscando un trabajo en el que me pagaran; ahora quiero algo que me guste y sepa hacer bien”, explica Ángela Conde, una participante. Otros, en cambio, se han decantado por el emprendimiento: “Hace unos meses no lo veía muy viable y ahora sí creo que puedo alcanzarlo”, se ilusiona David Garrido.  Más allá de esto, a participantes como Jacinto Cruz le resulta provechoso haber aprendido en la lanzadera “proyectar todas tus energías hacia dónde quieres ir y descubrir que tienes capacidades que no pensabas que tendrías”.
Dos años después de la primera lanzadera, la dinámica ha empezado a dar sus frutos y muchas empresas se han puesto en contacto con el proyecto para demandar perfiles profesionales. “No es el objetivo principal de la lanzadera actuar como una bolsa de empleo, pero sí que está ocurriendo que las empresas acudan a nosotros para buscar candidatos o porque han trabajado con otras personas que han pasado por aquí y se han llevado una buena impresión”, explica la coordinadora de Móstoles. Ahora, en su tercer año de vida y tras el éxito de las ediciones anteriores, el programa de Lanzaderas de empleo tiene la vista puesta en la internacionalización de la iniciativa a países como Portugal, Italia, Grecia o Francia.


Artículo originalmente publicado en el proyecto 'Sueños Rotos' de la Fundación porCausa