Gabinetes y periodistas: ¿Simbiosis o parasitismo?

11:55 Claudia Mañas 0 Comments

¿Alguna vez has conocido una de esas parejas que viven en una pugna permanente y se quejan el uno del otro, pero ni de lejos se plantean una ruptura? Si la respuesta es afirmativa, puede que en lugar de personal, la relación fuera profesional y que la protagonizaran un periodista y un comunicador.



Los periodistas y los comunicadores parten de una premisa común: afrontar una información con un enfoque determinado. Es en el tratamiento de la noticia, sin embargo, donde empiezan a divergir. El periodista quiere publicar la noticia que más atraiga, que tenga un lado más humano o más estadístico, que sea más cercana a la verdad, o todo lo anterior. El comunicador quiere que la misma noticia perjudique lo menos posible a la organización que representa, beneficie su imagen, omita ciertos detalles o que no falte a la verdad.

Se dice que los periodistas son los perros guardianes de la democracia, pero, ¿quienes guardan a los periodistas? Con la aparición de los gabinetes se produce la entrada de otro perro en la casa y la prensa no quiere compartir el hueso -en este caso, la hegemonía sobre la información-. En realidad, se están perdiendo un nuevo juego que puede beneficiar a todos: que ahora ya no sólo los periodistas custodien la verdad. Que los comunicadores, desde una perspectiva más especializada, puedan vigilar que las informaciones no estén erradas. Porque el periodista no lo sabe todo, pero se le exige publicar sobre cualquier tema. Y, al mismo tiempo, los periodistas pueden poner en jaque la credibilidad de una organización y obligarla a cumplir con la labor social y de servicio que tiene implícita.



Entonces, ¿por qué se llevan tan mal? El ingrediente que explica la mala relación entre comunicadores y periodistas -así como la buena- es el mismo que se encuentra en la base de cualquier otra relación: el respeto, en este caso, por el trabajo ajeno. Respeto, que ha de concretarse en unas normas de convivencia que, por la inmadurez de la relación, aún no se han establecido: Que un comunicador no niegue al periodista el acceso a la fuente, que un periodista no publique una nota de prensa sin el testimonio de la otra parte, que por interés las informaciones no traspasen el límite de la verdad... En este sentido, las buenas relaciones entre gabinetes y periodistas son inversamente proporcionales a la parcialidad de la información: cuanto más egoísta e interesada sea la información, peor la relación entre los profesionales.

Cuando todas las normas se hayan establecido y ese respeto (y no el mero interés) sea el que gobierne entre los profesionales, quizá entonces empezarán a darse cuenta de que en lugar de regir una relación parasitaria, pueden convivir en perfecta simbiosis: cuando un gabinete mande una nota de prensa y dé ideas al periodista para investigar ciertos temas, cuando el periodista erre en una información de la que no tiene que ser experto y el gabinete pueda sugerirle una corrección, cuando los periodistas necesiten una fuente especializada para sus informaciones… Cuando estos contactos se hayan naturalizado y el interés no sea lo único que les una, entonces podrán ayudarse el uno al otro bajo el paraguas de una relación sana.